SAGRADA FAMILIA
Escribía el dominico padre
Garrigou Lagrange: “…En tanto que el
alma complicada se altera por una pequeñez, el alma simplificada por la sabiduría y el amor desinteresado,
conserva la paz. El don de
sabiduría, derrama en ella, la paz, que la tranquilidad del orden, la unidad,
la armonía de la vida simplificada y unida a Dios” (La Providencia
y la confianza en Dios, 2ª parte, cap 1).
El llamado a vivir juntos,
nos pide hermanar humildad y pobreza, paciencia y alegría. Aguantar las cosas
que me molestan, soportar desprecios…”Se hicieron imitadores (…) del Señor,
abrazando la Palabra
con gozo del Espíritu Santo, en medio de muchas tribulaciones” (2 Tes 1,6).
También nos dice el p.
Lagrange: “…No hay que echar en olvido que lo
que, muchas veces, nos enoja contra el prójimo, no son precisamente sus faltas
graves contra Dios, sino los
defectos del temperamento que subsisten, a veces, a pesar de una profunda virtud…Contemplar las almas a la
luz de la fe, a fin de descubrir en ellas, aquello que es del agrado de Dios, que también debe serlo del nuestro” (Ibíd.,
cap 20).
Desde la Misericordia de Dios,
llevaremos, juntos, las cruces propias y ajenas.
Sería muy bueno que, cada
día, pidamos al Buen Jesús, la paciencia (esperar sin prisa, ni disgusto), la bondad,
la tranquilidad y la perseverancia. Porque “quien está fortalecido por la
oración o la meditación, tolerará fácilmente, sin perder la calma, a un hermano
que lo insulta…Que uno no se turbe, ni se aflija, teniendo en nada lo que le
dicen (injustamente)” (S. Doroteo de
Gaza, Abad, Instrucciones 7, PG 88).
Rebelarnos contra la
realidad, tratarme con dureza y hacerlo así con los demás, me debilita y
encierra…
No nos tratemos con
crueldad, ni frialdad; ni nos juzguemos (ni a nosotros mismos, ni a los demás).
No nos enojemos con nosotros mismos, cuando algo nos salga mal, ni con los
otros. Por el contrario, “…besar mis defectos y mis debilidades, tratarme con
ternura y, precisamente, más aún frente a aquello que se opone a mi imagen
ideal”(A. Grün, El pequeño libro de la
vida, Bonum, p 33).
“Quien está consigo mismo,
con sus más diversas necesidades y deseos con sus pasiones y emociones, es
apacible consigo mismo, vive en paz junto a las divergencias que hay dentro de
él. Y quien está en el otro, con quien se encuentra, no pude ser tosco y duro.
Quien está junto al otro, se presentará frente al otro” (A. Grün, Ibíd., p.166).
…El fin de una comunidad no puede ser
sólo ofrecer a sus componentes un sentimiento de bienestar. Su objetivo y su
significado son más bien hacer que todos los miembros puedan incitarse unos a
otros, día a día, a recorrer juntos el camino de la confianza, con madurez, con
lealtad y en medio de la afectividad; que puedan aclarar los malentendidos que
se producen; que puedan resolver los conflictos y, sobre todo, que puedan
arraigarse en Dios. Y es que, en una comunidad, sólo podremos vivir bien a la
larga si dirigimos de continuo nuestra mirada a Dios como nuestra verdadera
meta y causa última de nuestra vida… (A. Grün, A onore del cielo, come segno per la terra, Brescia
1999, p. 151).
Es frecuente la tentación
el engaño de creer que, al tener menos contacto con los demás, tendremos mayor
paz.
Encontrarnos nos
enriquece, nos permite contemplar mejor, nos hace capaces de adaptarnos…
¡Cuántas veces, en lo que
nos dicen o corrigen, hay bastante de acertado!.. Cuando, realmente se comprende, recién se puede
ayudar a los demás. En las pocas manifestaciones externas de los otros,
tendremos que captar su interioridad, para iluminarnos y para iluminar…
Aceptando que somos
distintos, variados, me podré abrir a los otros como a un misterio. Y ya no los
buscaré para llenar vacíos o satisfacer emociones, sino por amor; sin intentar
que el otro sea totalmente para mí. Y, así, amaré en serio, dejándolo ser él
mismo, en su forma de ser y en su libertad…
Será necesario, que todos
conozcamos a otras personas y otros lugares, para luego compartir las diversas
cosas vividas (por lo menos, con
Lecturas).
Será bueno que vayamos
construyendo un proyecto en común, en nuestro grupo; buscando, desde nuestro
carisma, conectar coincidencias. Para esto, será necesario que hagamos notar al
otro que entendemos sus sentimientos y que, entonces, puede abrirse; puede
expresar su amor y no enfermarse, al no exteriorizarlo…
No olvidemos, tampoco,
que, de acuerdo a como nos relacionamos con Dios, así lo haremos con el prójimo
y viceversa…
Tengamos momentos de
“soledad sana”: meditación, reflexión, lectura…
Que el Señor nos ayude a
usar nuestra sensibilidad y nuestra energía, para comunicarnos mejor, para
compartir nuestra vida con los demás y salir de nuestros encierros. Porque, en
el encuentro con Dios y con los hermanos, también me encuentro conmigo mismo. Y
el hecho de compartir, genera alegría, frescura, creatividad. Y, esto, nos va
llevando a la unidad y la simplicidad, a la mansedumbre y sencillez…
“Dios y Padre, nuestro único Señor, líbranos de
creernos mejores que los demás, porque todos somos hermanos y necesitados de tu
bondad y de tu amor.
Líbranos de mantener una imagen a costa de la verdad.
Líbranos de ahogar nuestros verdaderos dones en el
mar de la vanidad y de la apariencia.
Líbranos de no reconocer nuestras miserias por miedo
a no ser aceptados y queridos.
Líbranos de juzgar y disminuir a los demás para
mantener una falsa estatura.
Ayúdanos a sentir cómo tu ternura no mira lo que
aparentamos, sino lo que nos duele para poder sanarlo.
Ayúdanos a aceptarnos como somos, para poder aceptar
y amar a los demás, como Vos nos aceptas y amás a nosotros”
(VICARÍA PASTORAL, ARZOBISPADO DE BS.
AS.)