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sábado, 28 de agosto de 2010

         
AGOSTO 28

Recordamos hoy al gran San Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia.
Nació en Tagaste (en la actual Argelia, norte de África), en el s.IV. Vivió muchos años una vida de pecados y sin frenos, momentos en los cuales tuvo un hijo, sin estar casado. Él mismo lo cuenta en su libro “Confesiones”: “Me excedí en todo… Me vencía la vanidad”.


Aún cuando estaba ya próximo a la conversión, esas expresiones mundanas le mostraban su falso brillo, por eso escribió: “Lo que me retenían eran (…) vanidades de vanidades (…). Me sentía aún atado a ellas y lanzaba gemidos llenos de miseria: ¿Cómo, cuándo acabaré de decidirme?¿Lo voy a dejar siempre para mañana?.. No amaba todavía y ya deseaba amar”….


Además, le contaba a Dios: “¡Cuánto he tardado en amarte, oh Hermosura eterna!”.


A los 33 años descubre que la auténtica Verdad, la profunda Vida y la verdadera Felicidad, se llama: Jesucristo, y se hace bautizar por San Ambrosio (Obispo de Milán), porque gracias a su prédicas u homilías fue llegando a amar a la Iglesia Católica.


Poco tiempo después fue ordenado sacerdote y, más tarde, le rogaron que aceptase ser Obispo de Hipona (en la actual Argelia).


Allí cuidó y acompañó mucho a sus feligreses.


Entre sus obras más famosas, se cuentan: “Confesiones”, “La Ciudad de Dios”, “Comentario a los Salmos”, “Comentario a los Evangelios” y unos 500 “Sermones”.


Nos dejó escritas hermosas enseñanzas. Y, justamente por la profundidad de ellas, fue designado, además de Doctor, uno de los Padres de la Iglesia (los “Doctores”, hasta el siglo IV son considerados, también, “Padres”).


Además, nos dejó oraciones como éstas: “Señor, Tú me socorriste (…) ¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y valiosa eternidad!.. ¡Tardé te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva! (…). Tú estabas dentro de mí y yo por fuera te buscaba (…). Me llamaste y clamaste y quebrantaste mi sordera (…). Y deseé con ansia la paz que procede de Ti (…). Por mí mismo viví mal, pero luego en Ti resucité (…). Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón estará inquieto, hasta que no descanse en Ti”…


Por último, San Agustín nos recuerda que nuestra corta vida debe ser una incesante alabanza a Dios y servicio a los hermanos; no buscando ser el centro, no buscando llamar la atención; sino procurando una continua y persistente conversión, un constante querer ser menos pecadores y más virtuosos…


El Señor nos llama y nos espera, para que vivamos vida de fe y amor, en plenitud, ¡no retracemos nuestra llegada a Él! Por eso, nos dice, a cada uno, San Agustín: “¡Canta y camina, Dios está al final de tu camino”…


Y nosotros, sirviéndonos de sus mismas bellas palabras, cerramos esta reflexión orando con uno de sus escritos:
“Dios de la vida, existen días en que las cargas que llevamos, irritan nuestros hombros y nos desgastan.
Cuando el camino parece triste e infinito, los cielos grises y amenazadores; cuando nuestras vidas no tienen música en ellas y nuestros corazones están solitarios, y nuestras almas han perdido el coraje: inunda el camino con tu luz, te suplicamos a ti, Señor; para que vuelvas nuestros ojos adonde los cielos están llenos de promesas”. Amén.
Pbro. José Luis Carvajal

viernes, 27 de agosto de 2010

AGOSTO 27

El santoral recuerda hoy a Santa Mónica, madre de San Agustín.
Nació en la desaparecida ciudad de Tagaste (actual Argelia, en África), en el s. IV, cuando finalizaba el Imperio Romano.
Sus padres la educaron cristianamente. A los 20 años se casa, pero su esposo era un hombre pagano y colérico. Tuvieron 3 hijos: Agustín, Navigio y Perpetua.
Mónica se dedicaba a educar a sus hijos, con toda el alma. Y fue modelo de mujer cristiana: fuerte, dulce y recatada; vivía lejos del lujo y la vanidad, sin buscar llamar la atención.
Pero su marido empezó a tratarla mal y a serle infiel. Ella, con bondad, prudencia, amor y mucha oración, logró que su esposo se convirtiera y viviese en castidad conyugal.
Una vez que se quedó viuda, la principal preocupación fue consagrarse a la conversión de Agustín (para que conociera y amara a Jesucristo y a la Iglesia fundada por Él).


San Agustín cuenta, en sus “Confesiones”, el dolor que le provocó a su madre, por andar en el mal camino: “aquella noche, en la que yo partí a escondidas, ella se quedó orando y llorando…”.


Al fin, la transformación del hijo llegó cuando ella tenía 56 años, y Agustín 33; en ese momento los dos iban por el mismo camino de la santidad.


Por su parte, su hija, también viuda, ingresó como religiosa cuando Agustín se ordenaba como sacerdote.


Antes de morir, Mónica les dijo a sus hijos: “Entierren mi cuerpo donde quieran… Una sola cosa les pido, que se acuerden de mí ante el altar del Señor (o sea: que rogaran por ella, en la S. Misa)”.

¡Felicitaciones a quienes llevan el nombre de Mónica!

ORACIÓN: Señor Jesús, por intercesión de María Madre y de Santa Mónica, te rogamos por todas la madres que sufren por sus hijos; también por las mujeres solas, las viudas y las abandonadas, que padecen en silencio.
Que Tú seas su apoyo y fortaleza, y premies todos sus desvelos… Que tengan profunda confianza en la oración y una fe inquebrantable. Que así sea, con tu Gracia… Amén.
Presbítero José Luis Carvajal

lunes, 9 de agosto de 2010

¡LES PRESENTO MI NUEVO LIBRO!

¡CON MUCHÍSIMA ALEGRÍA, LES PRESENTO MI NUEVO LIBRO: "MEDITACIONES DE PAZ Y ALEGRÍA", José Luis Carvajal, Editorial Santa María, Buenos Aires, Argentina (Av. Rivadavia 8517, TE: 4672-9067/9112/9417). www.editorialsantamaria.com . (PARA LOS AMIGOS DE ESPAÑA: pueden solicitar, por mail, que se los lleven a la "FERIA INTERNACIONAL DE GUADALAJARA" o a la "FERIA DEL LIBRO BARCELONA, LIBER", y allí adquirirlo, porque esta Editorial participa en ellas).
¡Muchísimas gracias, a todos, por el aliento, por las felicitaciones y por las oraciones! (El primero se llama: "Poesías desde el alma", Editorial Santa María; y ya estoy escribiendo el tercero, sobre la vida de los Santos).                                   

sábado, 7 de agosto de 2010


AGOSTO 7

Hoy recordamos (sobre todo en Argentina), y le pedimos, a San Cayetano, “patrono del pan y del trabajo”.
Nación en Venecia, Italia, en 1480. Después de su Bautismo, su madre lo consagró a la Virgen Santísima.
Ya desde muy pequeño demostró su gran amor por la oración y las obras de caridad.


Ordenado sacerdote, en la ciudad de Vicenza, atendió personalmente a los enfermos, en el hospital de incurables, realizando obras de misericordia materiales y espirituales; así fue que se le sumaron voluntarios, al ver su vida entregada.


Como siempre se ocupaba del prójimo, fue llamado, por la gente, “cazador de almas”.


Más tarde fundó la Congregación de Clérigos Regulares: dedicada a fines caritativos y pastorales.


En Nápoles, durante la peste, dio ejemplo de servicio y de entrega.


En 1527, las tropas de Carlos V saquearon Roma, y Cayetano y sus compañeros fueron maltratados y encarcelados, por no entregar los bienes eclesiásticos (que repartieron entre los más pobres).


En una de sus cartas, escribe, sabiamente: “todo lo que los santos hagan por ti, de poco serviría sin tu cooperación; antes que nada es asunto tuyo, y, si quieres que Cristo te ame y te ayude, ámalo tú a Él y procura someter siempre tu voluntad a la suya, y no tengas la menor duda de que, aunque todos (…) te abandonasen, Él siempre estará atento a tus necesidades…


Nuestra patria es el Cielo… Mientras vivimos en este mundo, debemos ganarnos la vida eterna, cosa que no podemos hacer por nosotros solos, ya que la perdimos por el pecado, pero Jesucristo nos la recuperó…


Cristo se nos ha dado en alimento… ¡Ay de aquel que no se preocupa por recibirlo!.. Rogar con frecuencia a la Virgen María, para que te visite con su Hijo…, que es el verdadero alimento del alma, en el Santísimo Sacramento del altar…


No recibas a Jesucristo con el fin de utilizarlo según tus criterios, sino que… tú te entregues a Él y que Él te reciba, y así Él, tu Dios Salvador, haga de ti y en ti lo que a Él le plazca…” (Carta a Elisabet Porto).


Otras frases, muy bellas, de S. Cayetano son éstas: “No con el amor sentimental, sino con el amor activo se purifican las almas”… “En el hospital, encontramos a Cristo personalmente”… “No hay otro camino para ir al Cielo, que el de la inocencia y el de la penitencia. Quien abandonó el primer camino, tiene que recorrer el segundo”…


Cayetano falleció en Nápoles, en 1547, a los 67 años. Y fue sepultado en la iglesia de San Pablo. A él le ruegan los que no tienen empleo… En Argentina, la devoción la inició la Venerable María Antonia de la Paz y Figueroa (fundadora de las Hermanas del Divino Salvador, quien compró una imagen del santo, y rogaba por los que necesitaban “pan y trabajo”. Por eso, lo que era su capilla, en el barrio porteño de Liniers, hoy es el Santuario de San Cayetano, y las hermanas conservan su Casa y el Colegio).


Hoy podemos rezar así:
Señor Jesús, tus preferidos son los que sufren. Haz de mí un cristiano comprometido con los más pobres, enfermos y débiles.


También te ruego por el “pan y el trabajo” de todos los argentinos y los trabajadores del mundo entero. Que siempre tengamos un trabajo digno, un salario justo, vivienda y recursos necesarios, pues Tú creaste el mundo para cobijarnos.


Tú, Cristo, que fuiste obrero, junto a tu adoptivo padre carpintero, San José, concédenos santificarnos en el trabajo cotidiano, viviendo siempre en la Presencia constante de nuestro Padre Dios… Que así sea, con la Gracia de Dios…
Pbro. José Luis Carvajal Ibelli

viernes, 6 de agosto de 2010

TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

6 de Agosto: Fiesta de la Transfiguración del Señor
(y aniversario de la muerte del Siervo de Dios, Papa Pablo VI, año 1978).



Antes de su Pasión, el Señor les mostró a sus discípulos: Pedro, Santiago y Juan, la glorificación que recibiría, venciendo a la muerte (Mt 17, 1-9).


Cristo manifiesta un anticipo de su triunfo y victoria, al transfigurarse y mostrarse resplandeciente, luego de que anunciara que tenía que ir a Jerusalén, a morir. Dice el texto del Evangelio de Mateo: “su rostro resplandeció como el sol y su ropa se volvió blanca como la luz”.


Además, Moisés y Elías aparecen como representantes del Antiguo Testamento (la Ley y los Profetas), y dando testimonio de la divinidad de Jesús. Y la Voz de Dios Padre, lo confirma, diciendo: “Éste es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo”.


Luego de esta hermosa experiencia de plenitud, seguramente los discípulos salieron con el compromiso de involucrarse, aún más, en el proyecto salvífico de Jesús. Y a nosotros también, nos compromete, amados hermanos, y nos exige redescubrir a Dios en lo cotidiano y saberlo hacer presente en muchas vidas, que sienten el vacío, por no poder percibir a Jesús...


Cristo, brillando como Luz y como el sol, sobre una montaña, se revela como lo hacía Dios Padre, en el A. Testamento. Y este exhibirse de Jesús seguramente fue para que sus discípulos no desesperen en la noche de la agonía, ni se debilitase su fe, en el monte de los olivos, y para que creyesen, más firmemente, luego de que “resucite de entre los muertos”.


Por tanto, el Señor nos invita a la gloria celestial, pero acompañándolo, antes, en la gloria de la Cruz; sólo así podremos resucitar con Él.


Jesús desea nuestra plenitud y, al manifestarse con el resplandor y el brillo de Dios, nos infunde valentía y confianza para seguirlo, para predicarlo y para imitarlo, frente al desafío de la pobreza, y del intento por un mundo más gozoso, más humano, más cristiano... Y nos dice, por medio de S. Pablo: “los padecimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria futura que se ha de manifestar en nosotros” (Rm 8, 18). Y el Papa Benedicto XVI, nos enseña: “Es sabiduría y virtud no apegar el corazón a los bienes de este mundo, porque todo pasa, todo puede terminar bruscamente. Para los cristianos la riqueza no se debe considerar un bien absoluto, (porque) el verdadero tesoro(...) se halla en las `cosas de arriba´... También nosotros, al final de nuestra existencia terrena, podremos ser partícipes de la gloria de Cristo, que será completa, total y definitiva. Entonces todo el universo quedará transfigurado y se cumplirá, finalmente, el designio de la salvación” (Meditación 5/08/2007).


Por tanto, esta esperanza de eternidad, nos debe impulsar al compromiso histórico, en fidelidad a la Palabra de Dios, para ayudar a sacudir la mediocridad y, juntos, poder “ascender”, superarnos... Por esto, es tan importante la oración, previa a nuestras tareas: es necesaria la experiencia “del monte Tabor”, para poder ser fieles en la experiencia “de monte de los Olivos”. Hoy también nosotros, como Pedro, aquel día de la Transfiguración, sentimos la tentación de fabricar “tres carpas” y quedarnos cómodos, flojos e inactivos. Pero el Señor nos pide descender de nuestro “Tabor” (de la oración, de la contemplación) hacia la práctica del amor, y del sacrificio (como Él, en Getsemaní) siendo “criaturas nuevas”.


Subamos, ascendamos, dejémonos transfigurar y serenar por el Señor, que en su vida terrena no buscó la gloria, que le pertenecía, sino que asumió la forma de esclavo por amor, de servidor... Por eso, hoy podemos decirle, con total confianza, estos bellísimos versos del gran Lope de Vega:

“...Amé la tierra vil, ¡qué necio amante!
¡Oh luz del alma, habiendo de buscaros,
Qué tiempo que perdí como ignorante!


Más, yo os prometo ahora de pagaros
Con mil siglos de amor cualquier instante
Que, por amarme a mí, dejé de amaros.


¿Quién no se muere de amor, si mira
Con la piedad que escuchas y respondes?
¿Cómo es posible que las puertas rondes
De un alma que te trata con mentira?...


¡Oh quién te amara (Jesús), dulce vida mía,
Como mereces Tú que yo te amara!
Pero infinito amor, ¿dónde se hallara,
Que a tu infinito ser correspondía?...


¿por qué olvido yo, si tu amor muere
De amor por mí, si Tú me das la vida?
¿qué tiempo es bien que, para amarte, espere?




Mas ¿quién habrá que la distancia mida,
Pues nadie, como Tú, tanto me quiere,
Y nadie, como yo, tanto te olvida?...”


Pbro. José Luis Carvajal

miércoles, 4 de agosto de 2010


AGOSTO 4



Hoy es el día de San Juan María Vianney, presbítero; y, por ser su día es el día de los párrocos. También es patrono de todos los sacerdotes.


Juan María Bautista Vianney es más conocido como el “cura de Ars”, porque fue en Ars (pequeño pueblo de Francia) donde ejerció su fencundo ministerio pastoral, durante más de 40 años.


Juan María había fue nombrado párroco de Ars en 1818. La mayoría de la gente de ese lugar no practicaba ni la religión, ni las buenas costumbres; pero “el santo, con una activa predicación, con la mortificación, la oración y la caridad, la gobernó; y promovió, de un modo admirable, su adelanto espiritual” (Tomado de la “Liturgia de las horas”).


El Señor le concedió la gracia de la conversión de su pueblo, y que su confesionario estuviese siempre lleno de miles de almas. De tal manera que el santo cura no tenía tiempo de alimentarse, ni de descansar, pues pasaba hasta 16 horas diarias confesando y atendía unas 300 personas por día.


Fue muy devoto de Jesús Sacramentado y de la Virgen María, y logró, con sus palabras y ejemplo de austeridad y entrega, que sus parroquianos abandonasen sus vidas inmorales o mundanas y fuesen, en su lugar, fervorosos, caritativos y piadosos, y así buscasen la santidad.


Siempre se dedicó, con intensidad, tanto a la oración como al trabajo pastoral, sirviendo a su comunidad parroquial.


Tuvo un verdadero amor esponsal por la Iglesia, y universal (a todas las personas), ya que el amor particular por alguien, y la intimidad con ella, es propio de la vocación matrimonial.


Así, nos enseña a “gastarnos y desgastarnos” por los demás, para ganar a nuestros hermanos para Cristo…


Solía decir: “Si dejan una Parroquia sin cura durante 20 años, allí se adorará a las bestias… Hermosa obligación del hombre: orar y amar…”


Murió, agotado, a los 73 años de edad, el 4 de Agosto de 1859. Pidámosle que él interceda por nosotros, para que tengamos su mismo deseo de ser santos; su misma sed de almas para el Señor y su mismo amor a Jesús y a María.


TE AMO, OH MI DIOS (Oración de San Juan María Vianney)



“Te amo, Oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, ¡oh infinitamente amoroso Dios!
Y prefiero morir amándote, que vivir un instante sin Ti.

Te amo, oh mi Dios, y mi único temor es ir al infierno
porque ahí nunca tendría la dulce consolación de tu amor,


Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir
cada instante que te amo,
por lo menos quiero
que mi corazón lo repita cada vez que respiro.
Ah, dame la gracia de sufrir mientras que te amo,
y de amarte mientras que sufro,
y, el día que me muera,
no solo amarte, sino también, sentir que te amo.
Te suplico que mientras más cerca esté de mi hora final,
aumentes y perfecciones mi amor por Ti.
Amén”.

Pbro. José Luis Carvajal Ibelli